Yasir Arafat, presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP); Simón Peres, ministro de Asuntos Exteriores de Israel, e Isaac Rabin, primer ministro israelí, "por orden alfabético", recibieron el Premio Nobel de la Paz de 1994 "por sus esfuerzos para alcanzar la paz en Oriente Próximo".
Los tres galardonados "realizaron una contribución histórica al proceso de paz sustituyendo la guerra y el odio por la cooperación" a través de su compromiso con los acuerdos de Oslo y su posterior empeño en llevarlos a la práctica.
Todos quisieron compartirlo con sus pueblos. "Este premio no es para mí sino para mi pueblo, que ha sufrido tanto hasta que conseguimos la paz de los valientes; para nuestros mártires, nuestros niños, para su futuro", comentó Arafat en Alejandría, donde manifestó su esperanza de que el galardón permita llegar a una "solución global no sólo para los palestinos, sino también, para Jordania, Siria y Líbano".
Recuerdo las esperanzas de aquel 1994, y cómo seguimos ahora veinte años después, viendo como se encona el conflicto, y como mueren unos y se van otros, y los que llegan, no pueden o no quieren o quién sabe qué y por qué y para qué, pero los niños siguen cayendo, y los hombres siguen odiando, y las mujeres llorando… en el más horrible de los infiernos.
Los tres galardonados "realizaron una contribución histórica al proceso de paz sustituyendo la guerra y el odio por la cooperación" a través de su compromiso con los acuerdos de Oslo y su posterior empeño en llevarlos a la práctica.
Todos quisieron compartirlo con sus pueblos. "Este premio no es para mí sino para mi pueblo, que ha sufrido tanto hasta que conseguimos la paz de los valientes; para nuestros mártires, nuestros niños, para su futuro", comentó Arafat en Alejandría, donde manifestó su esperanza de que el galardón permita llegar a una "solución global no sólo para los palestinos, sino también, para Jordania, Siria y Líbano".
Recuerdo las esperanzas de aquel 1994, y cómo seguimos ahora veinte años después, viendo como se encona el conflicto, y como mueren unos y se van otros, y los que llegan, no pueden o no quieren o quién sabe qué y por qué y para qué, pero los niños siguen cayendo, y los hombres siguen odiando, y las mujeres llorando… en el más horrible de los infiernos.